'España es diferente', dice el Ministerio de Turismo. Para millones de extranjeros, España es sol, comida y flamenco, poco más; mucho hedonismo y una siesta todos los días porque la vida es corta. Hay que entender la idiosincrasia nacional y eso quiere decir que, a priori, el judo es Don Quijote luchando contra molinos de viento. España es fútbol, fútbol y un poco más atrás, más fútbol. Luego vienen el baloncesto y el tenis, las motos y la Fórmula Uno. Varios kilómetros atrás, aparece el judo. Aquí es donde comienza la aventura precisamente porque España es diferente.
Quino Ruíz
Para alguien que acaba de aterrizar en el planeta del judo, el sistema español es como un sudoku de nivel 8 sin lápiz. Existe una federación nacional con un centro de alto rendimiento en Madrid, cuya misión esencial es promover el judo entre los jóvenes, cuyos asociados alcanzan los 120.000. El número es alto considerando la ausencia del judo en los medios y la preponderancia de otros deportes. Es un tema que podría ser un desafío para cualquier vendedor. Existen múltiples clubes y federaciones autonómicas, pero sobre todo dos polos principales, punta de lanza del judo español. Uno está en Brunete y el otro en Valencia.
Brunete es una localidad de ocho mil habitantes, treinta kilómetros al oeste de Madrid o, lo que es lo mismo, la mayor concentración de talento por metro cuadrado en el ámbito del judo. Allí reina una leyenda española, Quino Ruiz, de sesenta y cuatro años, cincuenta de ellos con judogi. Cuando comenzó, el Reino Unido se convirtió en miembro de la CEE y Richard Nixon visitó China, marcando la primera visita oficial de un presidente estadounidense a ese país. Quino es conocido en todo el mundo por ostentar el mejor récord del judo español hasta 2018, con una plata mundial y un título europeo y por ser el entrenador del bicampeón del mundo, Nikoloz Sherazadishvili. Sin embargo, el Dojo Quino Brunete está integrado por más de cuatrocientos alumnos con edades comprendidas entre los cuatro y los sesenta años. Es una institución, el motor deportivo de un pueblo y una escuela de élite que se codea con los mejores.
Quino Ruiz y Fran Garrigós
Son las nueve de la mañana y ha estado lloviendo a cántaros durante días mientras el resto de Europa disfruta del sol. Quino prepara café en la cocina de su casa y explica su visión del judo. “Para mí la palabra clave es cariño”, explica Quino. “Cuidar a los alumnos para que sean felices. Hacemos todo con pasión. Intento no perderme nada”. Cuando el presupuesto del club no alcanza, está el presidente del Comité Olímpico Español, Alejandro Blanco, ex judoka y, para Quino, “nuestro ángel de la guarda”. Luego, cuando el comité tampoco se presenta, Quino siempre cuenta con el apoyo incondicional de su esposa, Maribel, quien pone lo que sea necesario por el bien del club. “Ella es mi apoyo moral y económico y los alumnos son como sus hijos”.
La dedicación de Quino es exclusiva, seis días a la semana entrenando y sin vacaciones. Incluso interrumpió su luna de miel para consolar a Niko y Fran Garrigós, que acababan de perder en la primera ronda de un torneo.
Laura Martínez
Todos los días está viendo videos, estudiando oponentes, tratando de mejorar y practicando nuevas técnicas. Sus entrenamientos son personalizados, como en el caso de Niko. “Es muy inteligente a la hora de incorporar cosas nuevas porque tiene un talento natural y mucha capacidad de trabajo. Agrego otros detalles muy importantes como el trabajo en el piso”.
Un entrenamiento es muy nage-komi con colchonetas para evitar dolores, perfeccionando técnicas, defensa y ataque y uchi-komi de forma real. También está el ne-waza y la transición del pie al suelo. “Yo lo que busco es crear el mismo ambiente y la misma intensidad que durante un torneo porque considero que para ser el mejor hay que pelear cómo se entrena”. Dicen sus alumnos que Quino lo ve todo, que se da cuenta de un estado de forma o de ánimo sólo con una mirada. “Soy como un dolor en el culo, presto atención a todo. Durante un combate, desde la silla, observo a mi judoka, al oponente, al árbitro, incluso a la mesa de árbitros”.
La pasión es obsesión y la de Quino es hacer las cosas bien, pero siempre con un trato exquisito y muy cercano, familiar. “No concibo el judo sin tratar a las personas con amabilidad. El respeto no es sumisión”.
Niko, Fran, Cristina Cabaña y Laura Martínez constituyen la flor y nata del club. Han ganado importantes títulos y medallas. También miran a Quino desde su posición. “Todo es corazón”, dice Niko, “consistencia y exigencia porque el primero que lo da todo es él. Ahora estamos mejor, sobre todo mentalmente”.
Nikoloz Sherazadishvili
Fran, Cristina y Laura están de acuerdo con Niko; para ellos Quino “transmite confianza y motiva como nadie. No importa qué día del año sea, si es un problema personal o profesional, siempre está ahí para ayudarnos en lo que sea necesario.” Hay algo más, según ellos, saber tratar a cada uno. “Él sabe que no me va a sacar nada gritando”, explica Laura. "Yo, en cambio, necesito una palabra dura de vez en cuando", dice Cristina. Quino los mira a todos de la misma manera y los hace mejores judokas porque con él cualquier sueño es posible porque así lo cree. Además, ¡cocina bien! El arroz con pollo de Quino debe ser una receta para cualquier restaurante con estrellas.
Quino es un compendio de bondad, amor, exigencia y ambición deportiva. Él también es un reclamo. Quino está parado en las calles de Georgia y desde hace un tiempo tiene a su servicio a judokas georgianos esperando la nacionalidad española. Mientras sigan así, las relaciones bilaterales entre ambos países acabarán negociándose en Brunete. “Son muy buenos judokas pero no han podido entrar en el primer equipo georgiano. Les doy una nueva oportunidad”, subraya Quino. La diferencia y, sin duda, la clave del éxito, es que los judokas que vienen de fuera no solo recogen su nuevo pasaporte, compiten con otra bandera, gracias y adiós. En Brunete van a la escuela, aprenden el idioma y comen como el resto de españoles. Es una inmersión total para que la adaptación sea absoluta.
Niko Sherazadishvili y Tristani Mosakhlishvili
La última perla se llama Tristani Mosakhlishvili, Tato para los amigos. Ahora que Niko da sus primeros pasos en -100 Kg, Tato ha cogido el relevo en -90 Kg y sobre el tatami es un monstruo. “A veces Niko tiene problemas para manejarlo en el tatami”, confiesa Quino. Como no le creemos, Quino nos invita a asistir a un randori entre los dos. “Es un animal”, dice Quino, “hace mucho tiempo que no veo nada igual” y precisamente, al día siguiente de nuestra llegada, Tato tiene que jurar la Constitución de España.
Todavía llueve a cántaros y hace frío, pero Quino no se inmuta y sus alumnos sudan en un entrenamiento diseñado para mejorar y divertirse. Lo dejamos allí con la promesa de volver a vernos pronto y la certeza de hacer algo grande este año. "Si no lo creyera, no haría esto". Gracias por todo, el arroz estuvo divino, el café nos despertó y la hospitalidad ha sido legendaria. Vale, no tenemos paraguas, pero nos vamos a Valencia.
Continuará…
Laura Martínez y Cristina Cabaña
FUENTE: IJF/Pedro Lasuen
FOTOS: IJF/Dojo Quino