No es fácil escribir sobre Saeid Mollaei sin repetirlo. Todos conocen su historia, desde las lágrimas hasta el exilio, el repudio a la tierra donde nació. Por eso, al principio dudamos, pero fue el propio Mollaei quien despejó las dudas.
El ahora judoka mongol abrió la puerta y entró en la habitación con una sonrisa de oreja a oreja. Caminó por la sala de calentamiento, encantado de estar en Budapest, como si se hubiera ganado la lotería.
Mollaei no es de los que dependen del azar. Llegó a Hungría para tomar la temperatura, para conocer de primera mano el nivel de sus rivales y compararlo con el suyo. Esto es lo que hace todo el mundo, pero en su caso, más aún porque como nos explicó su entrenador Mohammad Mansouri Kasvaei, su alumno entrena prácticamente solo; no tiene compañero de entrenamiento y, por tanto, es difícil de mejorar.
El campeón del mundo en 2018 mostró cosas buenas y llegó a semifinales, donde perdió ante el canadiense Antoine Valois Fortier.
"He perdido, pero estoy feliz", dijo Mollaei. “Lo más importante es haber participado en este primer torneo. Todos queríamos venir porque llevamos muchos meses sin competir. Este es un primer paso en la dirección correcta ".
Mollaei miró por todas partes y notó los detalles. Era como si quisiera asegurarse de que no estaba soñando. "Me siento bien, relajado". Se notaba que se estaba divirtiendo, empapándose de la atmósfera de un Grand Slam, pero tuvo que ponerse su judogi para una última pelea, buscando una medalla de bronce.
El mongol ganó y antes de ir al hotel vino a despedirse de nosotros, con la medalla de bronce y un león de peluche. Luego lanzó la bomba, "la medalla es para mí y el peluche para mi hijo".
Saeid Mollai va a ser papá, es cuestión de semanas. Ha podido volver a competir y está formando una familia. Es el claro ganador de la lotería de la vida y eso no tiene precio.
FUENTE: IJF/Pedro Lasuen
FOTOS: IJF/Gabriela Sabau