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El amigo más fiel

Ha sido un año para olvidar; un año que ha revelado la fragilidad de un mundo que creíamos indestructible. Pero, además, ha sido un año para aprender; para aprender que no podemos ganar solos porque somos más débiles de esa manera. Es hora de reflexionar y sacar las conclusiones correctas. Es hora de recordar a nuestro amigo, el más fiel, el que siempre está ahí, el amigo de toda la vida.

El coronavirus no comprende ideologías, razas ni fronteras. Es un enemigo mortal y, además, injusto porque, como siempre en estos casos, se alimenta de los más vulnerables. Es un virus cobarde, pero está ahí afuera, causando dolor e impotencia. Evitar el virus es mucho más que obedecer instrucciones, adoptar gestos de barrera y respetar escrupulosamente el período de encierro. Es una actitud, un comportamiento ejemplar por el bien de uno mismo, es decir, el bien de todos.

Un cuerpo sano es un escudo eficaz. Un cuerpo sano es garantía de fuerza e independencia. Eso es lo primero que ofrece el judo. Hay otra cosa que enseña el judo: educación. No estamos hablando de una educación convencional forjada en una escuela. La educación del judo es complementaria pero mucho más sofisticada porque si la escuela es la puerta al conocimiento, el judo es la ventana que se abre al mundo. Es lo que convierte a los niños en adultos a través de principios universales. Son valores antiguos, pero siempre válidos. Son la piedra angular de lo que llamamos convivencia pacífica. Cuando esos principios fallan, cuando la actitud no está a la altura de la intención, entonces aparecen los problemas y son siempre los mismos. Para eso está el judo y, si realmente quieres saber de qué se trata, te lo explicamos.

El judo es un amigo; el más fiel porque siempre te dice lo que haces mal pero nunca te juzga. El judo es el amigo de la infancia que, cuando te conviertes en adulto, te sigue llamando todos los días para hablar contigo. El judo es el amigo que te protege cuando estás en peligro y que te presta un hombro sobre el que descansar y derramar tus penas. El judo es el amigo que te presta dinero cuando pierdes tu trabajo, la sartén que usas todos los días para hacer comida para tus hijos. Es el amante quien te enseña los caminos del placer, el guía que evita que te pierdas y, cuando te pierdes a pesar de todo, es el amigo que viene a buscarte. Es el crítico más duro cuando te burlas de ti mismo y el que perdona todos tus errores. El judo es la pared contra la que tus incertidumbres chocan en mil pedazos. Es el abuelo que te enseña a andar en bicicleta, la sonrisa que pones cuando hace mal tiempo. El judo es el deber de ayudar a los demás y saber que es posible que no obtengas nada a cambio más allá de tu propia satisfacción. Judo es hacer tu cama y abrazar a tus seres queridos. El judo está escuchando cuando te hablan y no interrumpe. El judo está haciendo cosas buenas sin siquiera practicar. Es la sensación de plenitud que solo se logra cuando la serenidad se apodera de ti. El judo es el ancla en medio de la tormenta y la isla donde te refugias tras el naufragio. El judo es la persona que cura tus heridas. Es ser consciente de que la perfección reside en tu buena voluntad y que tus acciones nunca alcanzarán esa culminación. El judo es la fuerza enorme de la verdad, el plato más sabroso y el chiste más divertido. El judo es lo que nos separa de las bestias y lo que nos hace lo que somos. Es ser alumno y profesor en la misma clase. El judo consiste en ceder y saludar a la gente, hablar bien y respirar profundamente para evitar un estallido de ira. El judo es tu mejor amigo y si aún no lo sabes, aún tienes tiempo para aprenderlo. El judo es el paso rítmico del tiempo. El judo es tu vida y no vale la pena vivir una vida sin amigos.

¡Feliz Año Nuevo mi amigo!

FUENTE: IJF/Pedro Lasuen

FOTOSIJF

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