Entramos en terreno minado. Ono Shohei es como una fortaleza inexpugnable, con foso, puente levadizo, gruesos muros y todo tipo de trampas para que el invasor no penetre en ese exterior. Quienes lo intentan tienen el mérito de hacerlo sin miedo.
Ono es el japonés Teddy Riner. Su última derrota se remonta a 2013. Se sabe que es una maravilla del judo, que es más fuerte y más técnico que los demás pero poco más. Compite con poca frecuencia. No sabemos si sus entrenadores quieren preservarlo u ofrecer más oportunidades a la gran cantera japonesa pero cuando Ono ingresa a un torneo la comunidad del judo se frota las manos porque es como un manjar que solo se disfruta en ocasiones especiales. Ningún rival, desde hace ocho años, ha podido poner en apuros al peleador japonés. Es Ono quien marca el ritmo de las peleas y quien las acaba como y cuando quiere. Tal dominio rara vez se ve en el mundo de los deportes. Sin embargo, no faltan rivales y quizás su único punto débil sea precisamente la ausencia de competencia.
El suplente natural de Ono es Rustam Orujov, plata en Río y en los Campeonatos del Mundo de 2019. En ambas finales perdió ante Ono y en ambas se marchó sintiendo que podría haber hecho más. Por el momento, Orujov es el eterno número dos, siempre en el podio, a menudo finalista, a veces ganador. La falta de resultados ante su némesis japonesa puede pasarle factura mentalmente o, por el contrario, quizás ha llegado el momento de superar sus complejos y destruir el mito de Ono.
Ono Shohei y Rustam Orujov
Sin complejos es la mejor manera de definir Lasha Shavdatuashvili. Mentalmente es probablemente el mejor armado para derrotar a Ono porque el georgiano acaba de ganar el título mundial en Budapest, después de un largo viaje por el desierto, tres años sin victorias. Campeón olímpico en Londres y medallista de oro europeo, ahora tiene la triple corona, lo único que le falta a su récord de servicio es un ippón contra Ono. Esta puede ser la misión más complicada de su vida, pero podemos confiar en que Shavdatuashvili se asegurará de que lo intentará.
Si Orujov es el aspirante eterno y Shavdatuashvili el personaje más visible, An Chamgrim es el que más se acerca a Ono desde un punto de vista técnico. El coreano es astuto como un zorro y tiene dos títulos mundiales a su nombre. Es un atleta completo y si está inspirado y probablemente estará en Tokio, seguramente llegará al menos a las semifinales.
Lasha Shavdatuashvili
Estos son a priori, los candidatos más serios pero también hay forasteros que son muy buenos y muy peligrosos, como el judoka sueco Tommy Macias, reciente subcampeón del Mundial o Tsend-Ochir Tsogtbaatar, una de las joyas del mongol. colegio.
Hay más, pero no podemos nombrarlos a todos; sólo uno más, por respeto y porque su personalidad es tan resplandeciente como divertida. Estamos hablando del único Fabio Basile. Debe haber respeto porque el italiano fue campeón olímpico en Río con –66kg y cambió de categoría, en parte, específicamente para vencer a Ono en la final olímpica de los Juegos de Tokio, es decir, en la casa japonesa. El italiano tiene agallas porque además proclama a los cuatro vientos su sueño olímpico. Con él lo sorprendente sería quedarse en silencio.
An Changrim y Ono Shohei
Así son las cosas con -73 kg, o eso parece. El propio Ono se ha encargado de cambiarlo todo. Precisamente porque compite poco, el director japonés se encuentra en el puesto 13 del ranking mundial, un lugar indigno de su estatura, lo que significa que no será cabeza de serie y eso significa que algún favorito tendrá la desagradable sorpresa de enfrentarlo en la primera ronda. Esto quiere decir que, por una vez, será Ono quien salga de su fortaleza, para conquistar las de los demás. Así de brutal es su dominio porque parte del empate.
FUENTE: IJF/Pedro Lasuen
FOTOS: IJF/Emanuele Di Feliciantonio/Marina Mayorova