La categoría -66kg lleva tanto tiempo sin poseer que, al final, estamos un poco perdidos. Las cosas cambian con frecuencia y eso tiene el mérito de hacer las cosas interesantes, pero lo que buscamos aquí es claridad.
El italiano Manuel Lombardo lidera el ranking mundial y desde 2019 sus peores resultados tienen sabor plateado. Es un judoka con temple, silencioso, parece un ninja, incluso cuando habla. Con él todo parece casi soso, sencillo y por eso es tan peligroso, porque es capaz de hipnotizar a cualquiera. Es duro, consistente. Tiene todos los atributos de un campeón, todos menos uno: la medalla de oro olímpica. Ese es un trofeo que marca la diferencia y establece una reputación.
Manuel Lombardo en judogi blanco
En general, se habla poco de Corea del Sur, porque no es un país belicoso ni pobre. Corea del Sur es tan moderna como discreta; lo mismo ocurre con el judo. Los coreanos no tienen un solo brazo, tienen mucho talento, una buena colección de títulos y un equipo de primer nivel. En esta categoría, Corea tiene su mejor activo frente al oro. Se llama An Baul y es como una navaja suiza porque ha competido en tres categorías diferentes. Baul ganó la plata en Río, es campeón mundial y tiene 14 títulos en torneos internacionales. No considerarlo sería una locura. A sus 27 años, es tercero en el ranking mundial, tiene más experiencia que sus rivales directos y será cabeza de serie. Es decir, todo indica que veremos a Baul llegar al menos a las semifinales.
An Baul en judogi azul
Vazha MARGVELASHVILI no disfruta del mismo estatus que Baul, pero eso no significa que deba ser descartado. El georgiano está anclado en el cuarto lugar del ranking y no hay forma de sacarlo de allí, ni siquiera con agua caliente. Su último título data de 2018 pero no desciende del podio. Es decir, es una especie de intermediario, con el que hay que negociar el reparto de medallas. Todo esto está más o menos claro en la mente de todos, al igual que el hecho de que falta un candidato, probablemente el más grave de todos, al oro olímpico. Las categorías más ligeras siempre traen mucho judoka japonés, todo excelente. En Tokio habrá un bicampeón del mundo que ha tenido que sudar mucho para conseguir el derecho a participar en los Juegos.
Vazha Margvelashvili en judogi blanco
Abe Hifumi tenía un futuro prometedor pero la mayor demanda no provenía de afuera, venía de adentro. Para estar en Tokio, la federación japonesa organizó una pelea entre Abe y Maruyama Joshiro. Maruyama fue quien le arrebató el título mundial a Abe, un artista de judo. Abe es el maestro del seoi-nage pero Maruyama lo compensa con el uchi-mata. La pelea duró más de 20 minutos y terminó con Abe vencedor, exhausto y clasificado para Tokio. Desde entonces Abe se ha impuesto en Antalya pero sin barrer; fue más una victoria obtenida por experiencia. Los Juegos Olímpicos son la oportunidad de recuperar una hegemonía perdida y justificar la apuesta japonesa por Abe.
Abe Hifumi
La estrategia no es descabellada porque -66 kg es quizás la categoría más restringida del circuito, pero todo depende de cómo le vaya a Abe. El hecho de ser cuarto cabeza de serie supone a Lombardo en la semifinal. En otras palabras, a -66 kg, todo gira en torno a Abe y quizás tanta presión acabe pasando factura.
FUENTE: IJF/Pedro Lasuen
FOTOS: IJF/Emanuele Di Feliciantonio