Hay dos tipos de personas en el mundo del judo; hay quienes quieren ser campeones olímpicos para ser parte de la historia, y está Teddy Riner. Quiere ser la historia.
Tiene todo para completar una obra de arte nunca antes vista. El francés busca su tercer título olímpico, para sumar a sus diez oros mundiales y cuatro europeos. Lo suyo no es entrar al panteón sino destruir la puerta con un carnero y sentarse en el trono de la eternidad.
Teddy Riner ha cruzado las fronteras del judo solo porque ha ejercido dominio tanto físico como mental sobre sus rivales durante más de diez años. Solo ha perdido dos combates desde 2008, cuando Nicolas Sarkozy y George W. Bush eran presidentes de Francia y Estados Unidos. Riner forma parte de ese elenco de talentosos elegidos que caminan sobre el agua como si fuera algo normal. Cuando un deportista ha ganado su juego antes de empezar porque el rival ya se ha rendido, eso explica todo sobre la abismal superioridad entre Riner y el resto y el control estricto y firme que mantiene sobre una disciplina. Riner es más que una gigantesca trayectoria, es el molde que muchos han querido imitar. Ha habido un plagio grotesco y el francés siempre ha salido de todas las trampas con la cabeza en alto y una medalla de oro. Su derrota en 2020 ante el japonés Kokoro Kageura no fue un signo de un declive inminente, sino más bien un mensaje de mala forma. Riner lo entendió y cuando reapareció en Doha, hizo lo de siempre: ganar sin sudar.
Teddy Riner en judogi blanco
No ha vuelto a competir, no hace falta y eso molesta a muchos porque va a Tokio como número 16 del mundo, lo que significa que cualquier cabeza de serie, incluso la primera o la segunda, puede enfrentarse a los franceses en la primera ronda. Por eso la categoría de los más pesados es un mito, porque además de los kilos y el tamaño del judoka, Riner es el planeta alrededor del cual giran todos los satélites.
Tomemos el caso de Tamerlan Bashaev, primero en Antalya, primero nuevamente en Kazán y segundo en el Campeonato del Mundo de Budapest. Esos son algunos de los resultados que le han permitido llegar a Tokio como número uno del mundo, lo que, en cualquier otra categoría, salvo en los –73 kg, sería garantía de tranquilidad inicial. Con Riner nadie puede dormir y solo los más inconscientes llegarán relajados. Quizás esa sea la clave para derribar al coloso francés.
Tamerlan Bashaev en judogi blanco y Or Sasson
Echa un vistazo al checo Lukas Krpaleck y al georgiano Guram Tushishvili y, por supuesto, al japonés Hisayoshi Harasawa y al holandés Henk Grol, todos esculpidos después de Riner para acabar con él. Todos han perdido contra él. Sin embargo, desde hace dos años hay la esperanza de hacer caer a Riner porque ha competido poco, no ha estado en forma e incluso ha perdido, pero a manos de un joven que ahora es campeón del mundo pero que no participará en la Juegos.
Todos los aspirantes son verdaderas montañas, como el Kilimanjaro, el Aconcagua, el Monte Wilson o el Mont Blanc. Riner no es el Everest, sino toda la cordillera del Himalaya. Ganarle sería, sin duda, una de las mayores hazañas de todos los tiempos. La victoria de Riner sería aún mayor por lo que representaría, pero también normal y eso es lo que no es normal. De momento, mientras se espera el sorteo, todos tiemblan y uno sonríe.
Lukas Krpaleck en judogi azul e Hisayoshi Harasawa
FUENTE: IJF/Pedro Lasuen
FOTOS: IJF/Emanuele Di Feliciantonio/Marina Mayorova/Gabriela Sabau