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A mitad del camino

Por suerte, tenemos Tbilisi y esa luz que guía nuestro paso. Pandemia o no, cuando las cosas van bien o peor, la cita del Tbilisi World Judo Tour (26-28 de marzo) siempre está ahí, tan inamovible como otras certezas. Es cierto que Georgia no sería lo mismo sin el judo, como también es cierto que el judo no sería lo mismo sin Georgia.

Para empezar, es obligatorio asesorar a los nuevos. Hay dos cosas que no se deben hacer en Georgia: rechazar una invitación a comer y subestimar a un judoka georgiano. El resto se aprende rápidamente; tampoco hace falta ser un genio porque allí la gente viene de frente y te mira a los ojos.

Es un país de guerreros, cuya identidad se ha forjado en el acero de la guerra y que actualmente se expresa a través de un judogi. El equipo georgiano es compacto, serio y duro. Sus representantes, mezcla de antigüedad y juventud, siempre están entre los mejores, cazando medallas y títulos y su forma de hacer las cosas es el orgullo de todo un país. Hasta hace poco, sufría de un déficit de rendimiento a nivel femenino, que se está corrigiendo apresuradamente, como lo demuestran las recientes apariciones de Eteri Liparteliani.

Ganar en Tbilisi tiene el sabor especial de la tradición y el sacrificio y es por eso que muchos han venido. A primera vista, cuando analizamos la lista de inscritos, nos vienen a la mente numerosos eventos, todos diferentes, pero con un denominador común, los Juegos Olímpicos de Tokio.

Por ejemplo, en Georgia desembarcará la selección cubana, con la campeona mundial y olímpica Idalys Ortíz en primera línea. El equipo no se ha visto mucho, por razones obvias y será la oportunidad de descubrir su estado de forma. De eso se trata, en definitiva, más allá del prestigio de una medalla.

Hay varias estrategias elaboradas y todas merecen atención. Es decir, deportistas como Ortíz o la campeona del mundo de Francia, Madeleine Malonga, ya se han clasificado para Tokio. Sin embargo, necesitan luchar, medir sus fuerzas y estudiar a sus adversarios.

Luego están los que eligen los torneos quirúrgicamente. En Tashkent, hace dos semanas, los japoneses y coreanos arrasaron con todo, demostrando que ya están por delante del resto. Por otro lado, no han venido a Georgia. Sí, estará Mongolia, cuyos resultados en Uzbekistán fueron brillantes y esperan seguir por el camino de la victoria.

Luego están aquellos que buscan ascender en la clasificación para un empate favorable en Tokio. Otros juegan al gato y al ratón, como si no les importara ser sembrados o como si quisieran engañar, como Teddy Riner (FRA), cuya presencia en una competición es siempre un misterio hasta el último momento.

Finalmente, aparecen los judokas que luchan contra compañeros y amigos. Forman parte de la misma delegación, comparten pasaporte, idioma, formación y un sueño común, pero solo uno puede quedarse. Este es el caso de las españolas Julia Figueroa y Laura Martínez Abelenda en la categoría de los menos de 48 Kg. La primera es séptima en el ranking mundial, la segunda es undécima. Están condenadas a participar en todos los torneos de un año relámpago, con pocos eventos, pero todos imprescindibles y a luchar por un lugar que dé alegría a uno y tristeza a la otra, porque así funcionan las cosas en el exigente mundo de Profesionales.

Georgia es todo esto y mucho más. Son manos callosas en una tierra de judo, comida deliciosa y gente amable que parece el detalle de seguridad en todas las buenas películas de acción. Es, sobre todo, la mitad de un camino que ofrece oportunidades olímpicas, que es mejor no dejar pasar.

FUENTE: IJF/Pedro Lausen 

FOTOS: IJF/Nicolés Messner

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